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"La estructura de funcionamiento adecuada: el cuerpo de Cristo"

La estructura de funcionamiento: El Cuerpo de Cristo

  

“…sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” Ef. 4:15-16

 

          “… y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.”  Col. 2:19

ü    La Iglesia como Cuerpo de Cristo es una de las figuras más fuertes para comprender el señorío de Jesucristo sobre los discípulos. El Señor Jesús es la Cabeza. De Él salen todas las directivas y proyectos. De Él fluye, como Cabeza del Cuerpo, la vida misma, las emociones, el amor y los impulsos de movimiento.

 

ü    Pero todos los miembros no pueden estar unidos solo a la Cabeza. Sería algo monstruoso imaginar un ser así. La figura de la Iglesia como Cuerpo nos da a entender la existencia de estrechos vínculos entre los miembros.

 

ü    Las palabras del apóstol Pablo en los pasajes anteriores arrojan algo más de luz: Nos dicen que los miembros del Cuerpo de Cristo, a semejanza del cuerpo humano, están unidos por coyunturas y ligamentos.

 

Veamos algunas definiciones:

Coyuntura: Articulación entre dos huesos.

Ligamento: Cordón fibroso que liga los órganos entre sí y los mantiene en posición.

 

Es necesario también observar que:

 

ü    Las coyunturas y ligamentos son articulaciones entre hermanos,

ü    Es a través de estos vínculos que se obtiene nutrición, ayuda y edificación.

ü    La base de estos vínculos es el amor derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rom. 5:5). Por lo tanto este amor es agape, amor sacrificial (1 Cor. 13:4-8).

ü    Una iglesia sin relaciones de coyunturas y ligamentos es algo monstruoso. Es como un cuerpo descuartizado, que genera aversión y rechazo.

 

De ahí la importancia de ser verdaderamente cuerpo.

 De ser una iglesia intensamente interrelacionada.

 

Encontramos, en las Escrituras, por lo menos tres tipos de relación fuerte entre hermanos:

 

1- Coyunturas de discipulado (Mateo 28:19)

 

Antes de su ascensión, el Señor nos dio una orden: que hiciéramos discípulos. La tarea  consistía en enseñarles todas las cosas que Él había mandado. Y nos envió como el Padre lo había hecho con Él (Juan 20:21).  Por lo tanto nuestro modelo es Jesús; tenemos que analizar cómo lo hizo Él.

 

  “Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Marcos 3:14)

 No los llamó al discipulado ni a un estudio bíblico, los llamó para que estuviesen con Él y para enviarlos a predicar. La idea era establecer una relación estrecha con sus discípulos y así transmitirles vida a través de su ejemplo.

 

ü    Jesús no era un hombre de púlpito ni de mensajes elaborados o entusiastas. Él era un hombre que prefería relacionarse con sus discípulos. Sus discípulos aprendieron todo esto viéndolo y viviéndolo junto a Él. Entendieron que la tarea asignada por el Señor, consistía en hacer con otros lo que Jesús había hecho con ellos en el transcurso de esos tres años.

 

ü    La relación de discipulado es uno de los elementos indispensables para sustentar, edificar e injertar en el Cuerpo a todo aquel que se convierte. Es algo que se debe dar naturalmente con aquel que lo trajo, quien lo cuida, le enseña y vela por su vida. Todo recién nacido debe tener un padre o una madre espiritual para cuidarlo y alimentarlo.

 

ü    Este método de Jesús no solo es para los nuevos. En 2Timoteo 2:2 se habla de varias generaciones de discípulos. Y estas relaciones deben continuar para la formación de varios niveles de ministerios.  En este desarrollo van a surgir discipuladores, núcleos, líderes, y hasta presbíteros.

 

2- Coyunturas de compañerismo (Mc. 6:7-13; Ecles. 4:9-12; 2 Cor. 2:12-13)

 

ü    Jesús no estableció vínculos fuertes solamente entre Él y sus discípulos. También relacionó a los discípulos entre sí. Varias veces Jesús envió a los discípulos de dos en dos. Ellos salían también sin el Maestro. Ciertamente tenían que desarrollar una relación profunda entre sí. El Espíritu Santo trabajaba en ellos, mientras estaban juntos en esta relación, a través de la oración, los consejos, la paciencia, el perdón, el cuidado con el espíritu de disputa, y  de tantas otras formas.

ü    Aquella relación entre Jesús y sus discípulos era una relación de discipulado, algo vertical. Esta otra relación específica era horizontal, que aquí llamamos compañerismo. En el discipulado, alguien más maduro vela por alguien más nuevo. En el compañerismo hay una responsabilidad mutua por edificarse el uno al otro, además de encarar junto todas las tareas que Jesús nos encomendó.

 

ü    El compañerismo sólo funcionará si hay un  acuerdo mutuo delante del Señor.

No habiendo compromiso, no habrá desempeño de cada parte para la edificación del otro. Esto quiere decir que esta relación  en primer lugar, debe ser específica, o sea con una persona determinada. Cuando es así, cada uno sabe cuál es su responsabilidad. En caso contrario,  pensará que todos son responsables por todos (lo que es verdad), pero ninguno se responsabiliza por alguien concreto.

 

ü    Y en segundo lugar debería ser, en lo posible, distinta de la relación de discipulado, pues en este tipo de relación prima la horizontalidad (la sujeción es mutua). Por otro lado se pierde la  oportunidad de estar unido, acoyuntado, a más de un hermano, ya que el discipulador cumpliría esa función y la de compañero.

 

ü    En el compañerismo debe haber sujeción, transparencia, amor, honra y perdón, con alto grado de mutualidad, o sea con un fuerte énfasis en el “unos a otros”. Es una relación propicia para edificarnos con la Palabra, mejorar nuestra vida de oración, confesar nuestros pecados, buscar ayuda, y tener un compañero para realizar la obra que el Señor nos encomendó.

 

3- Coyunturas familiares (Lucas 1:17, Ef. 5:25-28, Prov. 1:8)

 

   La familia es como la iglesia en la casa. Tenemos que ordenar nuestra mente y ajustar nuestro corazón para comprender esto y vivir de acuerdo con esta verdad. Cuando recibamos esta revelación y la pongamos en práctica, el buen perfume de Cristo será exhalado en nuestros hogares.

 

   El marido es como el líder, la esposa como una  integrante del núcleo y los hijos son los discípulos. Es una comparación con nuestra estructura de funcionamiento de grupos familiares. No se trata de una sustitución de ella, pero debemos comprender que existe una iglesia en casa, todos los días, y esta iglesia es la familia. Por lo tanto, las relaciones que describimos antes (discipulado y compañerismo), aunque con algún rasgo diferente, deben manifestarse en la familia.

 

    Con este entendimiento y revelación de parte del Señor, debemos instruir a los padres para que asuman la responsabilidad en la formación de los hijos.  Debemos establecer las coyunturas familiares. Tenemos que lograr que estas funcionen. Tal vez debamos “criar discípulos y discipular a los hijos”.  Así tendremos metas para ellos, enseñanza de fundamentación, enseñanza necesaria para atravesar las crisis, iremos catequizándolos, saldremos con ellos a predicar, a visitar contactos, podremos orar juntos, etc.

 

  ¡Quiera el Señor que vivamos tan intensamente estas relaciones, que sea tal la edificación en amor (Juan 13:35), que podamos expresar al mundo la hermosura del Cuerpo de Cristo!

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